Este tema ha surgido al comentar en una charla anterior una de las participantes que le sorprendía haberse enterado que no ir a Misa los domingos es pecado mortal. Tras su comentario, algunas otras también dijisteis que era la primera vez que lo oíais y algunas incluso que no estabais de acuerdo, que no os parece que sea tan gordo como para ser pecado mortal. Por eso, retomando esa conversación, vamos a intentar entender la grandeza de la Misa para que queramos ir, no porque sea pecado mortal no ir, sino porque nos apetezca acompañar al Señor en su cautiverio y en su muerte así como acercarnos a la postura de la Iglesia cuando lo cataloga de "pecado mortal"
También me gustaría decir que aunque estas charlas están precisamente para intentar entender mejor la postura de la Iglesia en temas que no comprendemos bien (por eso este es uno de ellos), a veces es bueno aceptar las cosas, aun sin entenderlas, simplemente porque nos lo dice la Iglesia, y fiarnos de su criterio, más sabia y más vieja que nosotros. ¿Por qué digo esto? Porque si no, se corre el peligro de acabar haciendo uno la religión a la medida de su criterio y no al de Dios. La Iglesia está precisamente para no dejar al hombre solo frente a Dios. La Iglesia acompaña al hombre, lo guía, lo adoctrina.
Echando un vistazo a la sociedad actual, nos encontramos con que tiene dificultad para entender como pecados mortales pecados que son relativamente habituales, "porque no me parecen que sean tan gordos como matar a alguien" suelen ser una de las frases más recurridas.
Las relaciones prematrimoniales, el uso de anticonceptivos, recurrir a técnicas legales (pero inmorales) en los negocios, divorciarnos o iniciar una relación con una persona casada, o no ir a Misa los domingos, son pecados mortales que la sociedad del siglo XXI no considera como tales simplemente porque "no le parecen tan gordos", no ve "la maldad en ellos" como sí la ve, lógicamente en un atentado, en un atraco, y, como no lo ve, pues los hace. O mejor, como los hace, pues no lo ve.
En la Edad Media, cuando el señor feudal gozaba en su castillo de la presencia de un cura que celebraba Misa a diario, muchas veces iban a la batalla y hacían confesiones generales rápidas antes de ir hacia la guerra, porque tenían claro el precepto dominical y la necesidad de confesar antes de morir. Mientras se juzgaba y mataba a los labriegos por delitos, o se acababa con la vida de otras personas porque se consideraba simplemente que no debían seguir existiendo. En aquella época también era pecado mortal matar, pero probablemente no se veía, o no se entendía en algunos casos y los señores de la guerra seguían matando considerando que era imposible no hacerlo.
¿Qué quiero decir con esto? Simplemente que la ley natural de lo que está bien y está mal, los Diez Mandamientos, los dejó Dios y son para siempre. No cambian con las modas o las mentalidades y nosotros, los católicos, tenemos además la suerte de que la Iglesia nos coja de la mano a lo largo de nuestra andadura y nos vaya diciendo cómo hacer para no caer en ellos. Pero para eso tenemos que creer en lo que ella nos dice.
Por otro lado, la Iglesia no se dedica a ir diciendo que es pecado todo lo bueno y nos condena si no hacemos cosas aburridísimas como ir a Misa. La Iglesia es una Madre y al igual que en una casa las medicinas están en alto, para que no las cojan los pequeños, y si algo no se debe beber o comer se puede etiquetar de "veneno", "no potable", etc y esas "etiquetas" no se ponen para fastidiar, sino para evitar males, para proteger, para prevenir. La Iglesia etiqueta de "pecados" las cosas que son malas para el hombre, que son tóxicas. Es bueno que nos creamos esto y que tratemos de mirarlo con los ojos de esta madre amorosa que es la Iglesia.
En esta misma línea, Dios crea al hombre (vuelvo a la charla primera de todas, a la creación, a la que me remito una y otra vez) Dios pone a Adán y a Eva en el Paraíso y se relacionaba con ellos. Estaban hechos a imagen y semejanza de Dios. La Biblia aclara que era habitual que Dios apareciese por allí a estar con ellos. Dios es el creador del hombre. Y al igual que Steve Jobbs conocía el funcionamiento exacto de sus máquinas, Dios sabe cómo es ese hombre que ha creado a su imagen y semejanza y ese hombre es un hombre con necesidad de Dios, con alma sedienta del amor infinito de Dios. Dios que sabe esto, le recuerda al hombre que para ser feliz, que para seguir siendo hombre, ha de seguir relacionándose con Dios (de distinta manera a como lo hacía en el Paraíso, lógicamente, ya que ahora estamos en el destierro) para seguir manteniendo su lado religioso vivo.
Y fijaos si es importante esta faceta "religiosa" del hombre que son los tres primeros mandamientos de la ley de Dios los que la abarcan. Los tres primeros mandamientos de la ley de Dios no son para saciar las necesidades narcisistas de un Dios solitario que necesita la vanagloria. Los tres primeros mandamientos de la ley de Dios son para saciar al hombre de su sed de infinito, de su sed de inmortalidad, de su sed de Dios.
Santificarás las fiestas, es el Mandamiento que lleva al hombre al menos un día a la semana (el festivo cada siete) a Dios. El que saca al hombre de su rutina mundanal, de sus trabajos, sus agobios, sus pesadumbres, sus tristezas y lo lleva a Dios y allí Dios le llene de su Gracia y de su Amor.
Por eso la Iglesia dice que es pecado mortal no ir a Misa los domingos, porque si fallas un domingo, si una vez por semana no te acercas a Dios, pierdes una parte importantísima de tí como persona.
Luego profundizaré más sobre esta idea cuando tratemos qué es exactamente la Santa Misa.
¿QUÉ ES LA SANTA MISA?
La Santa Misa, a pesar de lo que muchas se dice, no es una fiesta muy alegre. La Santa Misa, y en eso me ciño al Catecismo de la Iglesia, es la renovación incruenta del Sacrificio de la Cruz. ¿Qué quiere decir esto? Como se nos ha explicado algunas veces a la hora de hablar de la Pasión, en el momento de la Crucifixión, cuando Cristo elevó sus ojos al Cielo y pidió a Dios Padre: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen" no solo estaba pidiendo perdón por los romanos y judíos delante de Él que lo estaban crucificando, estaba pidiendo perdón a Dios por todos los pecados de todos los hombres, estaba cumpliendo la Alianza entre Dios y el Hombre trayendo la salvación al Hombre y rescatándolo de las garras del pecado original.
En el momento de la Consagración, a parte de producirse el Mayor Milagro posible (pues el Pan se convierte en el mismo Cuerpo de Cristo y el vino se convierte en la misma Sangre de Cristo), se repite esa actitud de Cristo de pedir perdón por nosotros a su Padre. Se renueva el Sacrificio de la Cruz sin sangre (es lo que quiere decir incruento), asistimos, como si nos trasportásemos, al pie de la Cruz.
¿No os ha pasado alguna vez, sobre todo de niñas, leyendo la Pasión o escuchándola, que os decíais: "Si yo fuera de esa época estaría allí con la Virgen, no sería cobarde como los apóstoles ni le crucificaría como los romanos". Pues la Santa Misa es esa oportunidad de acompañar a Cristo en su Crucifixión que además, es por nosotros.
¿Qué pensaríamos del amigo al que le decimos "esta tarde a las siete baja al pueblo que me voy a dejar apedrear por tí" y el amigo no va a vernos porque está en el sofá viendo la tv, porque tiene un plan con otros amigos...
Me encanta haber escuchado de un sacerdote decir que Cristo es muy humano. Tanto que funciona como nosotros. E igual que si a tí te invita una amiga a su boda, cuando luego te has casado tú le has invitado a ella, o te invita a su cumpleaños si luego lo celebras tú la invitas. Cristo es igual. Si tú vas a su muerte (a Misa), Él estará en la tuya. Lo que es garantía total de nuestra llegada al Cielo.
Me enternece muchísimo pensar en ese Dios tan loco y tan enamorado del hombre que lo crea para que se relacione con Él. Del mundo visible, de todos los animales, el hombre es el único que se relaciona con Él. y Él ama tanto al hombre que incluso cuando el hombre se carga todo lo que le ha dado, cuando se autodestierra, Él sigue detrás. Es Cristo quien antes de quedarse para Siempre con nosotros en la Eucaristía dijo "ardientemente he deseado tomar esta cena con vosotros". Ardientemente desea que tú, que yo, entremos a verle en la Eucaristía. Ardientemente nos espera cada domingo y sonríe cuando nos ve entrar por el umbral de la puerta de la Iglesia.
Se ha quedado hecho pan por tí. Por nadie más.
Está solo. Muchas horas. Preso en el sagrario. ¿No iríais a ver a un amigo en el hospital? ¿Qué menos que ir a ver al Dios que te ha dado la vida, te ha rescatado del pecado, ha muerto por ti y se ha quedado para estar contigo en el Sagrario?
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