miércoles, 20 de abril de 2016

Educación de la religión en familia

EDUCAR LA RELIGIÓN EN FAMILIA

El Papa Juan Pablo II hablaba de la familia refiriéndose a la Iglesia Doméstica. La familia es el primer núcleo donde llegamos a la fe (normalmente. Cada uno según las circunstancias) pero sí que es el núcleo natural pensado por Dios para darse a conocer.

En la familia (la familia pensada por Dios) se nos bautiza, se nos lleva a la parroquia, se nos enseñan los primeros rezos, se aprende cómo es el amor de Dios: incondicional, maternal, eterno, por encima de todo, constante, maduro, que llega a todo.... en la familia se nos enseñan los valores, se nos enseña generosidad, se nos enseña a ser agradecidos....

Catecismo de la Iglesia Católica, puntos 1655-1658 hace referencia ya a este término y recuerda que fue San Pablo quien ya decía a "Aquila y Priscila, con la iglesia que está en su casa, os saludan mucho en el Señor"

A mí me gustaría que os quedaráis con seis ideas fundamentales:

1.- Nadie da lo que no tiene. Para poder dar a Cristo a nuestros hijos, tenemos que tener a Cristo.
Es verdad que hay casos en que uno, por los motivos que sea, no puede, no tiene fuerzas, para vivir de acuerdo a los Mandamientos, pero aún así acude al colegio o al resto de miembros de la familia para que ayude a educar a sus hijos en la fe. Pero no es lo ideal. Para nuestros hijos, sobre todo a determinadas edades, somos como Superman, superwoman, Ironman y Batman juntos. Compensa cambiar el estilo de vida y preocuparnos por dar buen ejemplo.

Tampoco pasa nada por reconocer ante nuestros hijos lo que hacemos mal. Hay edades referidas a la justicia en la vida en la que el niño "echa en cara": "eso no es justo", "pues tu no lo haces" No pasa nada por reconocer que se han hecho o se hacen mal las cosas.

Para poder formar a nuestros hijos, tenemos que estar formados. Esta charla vale como medio para poner fin a nuestras calvas. Pero también hay otros medios de formación a los que podéis acudir y si tenéis interés yo os digo los que yo conozco.  A más formación tengamos, más podremos responder a sus preguntas vitales, y más seguridad les daremos sobre las enseñanzas y sobre todo, al entenderlas nosotros, les explicaremos el porqué.

2.- Tener una escala de valores. Saber qué es lo importante en nuestra vida y transmitírsela a los niños.

Aunque la historia del hombre nos ha demostrado que a veces los hijos se rebelan contra las enseñanzas de los padres y salen precisamente hacia lo opuesto, también se ha puesto de manifiesto que las enseñanzas de los padres siempre "calan" y así, de padres que dan mucha importancia al triunfo profesional, que ponen todos los medios a su alcance para que su hijo triunfe profesionalmente, les dan todo tipo de carreras y másteres y se relacionan con gente del mundo también muy focalizada en la profesionalidad, acaban saliendo niños y jóvenes con un agudísimo desarrollo profesional.

Si entendemos nosotras mismas que lo más importante en nuestra vida es que esta vida es solo un examen para adquirir la siguiente, que es "el colegio y la selectividad" para poder entrar en la carrera y la vida profesional del cielo, enseñaremos eso a nuestros hijos.

Mi madre era de comunión diaria incluso antes de conocer el Opus Dei y sitio al que viajaba, sitio en el que de lo primero que se enteraba es dónde había una iglesia con misa cerca. Llegaba al hotel y lo preguntaba en recepción.

En cuanto a la escala de valores, hay una anécdota de un joven que iba con un ángel y se cruzaron con un caballero poderosísimo y guapísimo. El joven se quedó deslumbrado desde la vestimenta, el caballo, la apostura, la cantidad de soldados y fieles con las que viajaba y se le cayó la mandíbula al suelo al joven de esplendro. Sin embargo, el ángel se tapó con el ala el rostro y escondió la nariz como si apestara. Al rato se cruzaron con un leproso mendigando. Daba asco solo verle y el olor era asqueroso. Sin embargo, el ángel tocó al mendigo, le sonrió y le habló.
El joven le preguntó al ángel: ¿cómo puede ser que seas capaz de hablar con ese hombre que está podrido y sonreírle y sin embargo, al gran caballero que nos acaba de pasar y todo su esplendor sea el que te produzca la naúsea que a mi me provoca este leproso? Y el ángel le contestó: porque yo veo sus almas. El caballero es un asesino, un traidor, un violador y un ladrón y este leproso es gratísimo a los ojos de Dios porque es bondadoso y humilde.

¿Cómo valoramos las relaciones que tenemos y las relaciones que tienen nuestros hijos? ¿A quién nos gusta que tengan por amigos? ¿A Herodes con su palacio y sus cochazos? ¿O a la Virgen y San José completamente pobres pero buenísimas personas?

Dentro de la escala de valores debemos examinarnos si perdemos la paz porque hemos perdido en bolsa dinero o porque un hijo nuestro no comulga. ¿Qué es lo que nos preocupa de verdad? ¿Dónde está de verdad nuestro corazón? ¿Somos capaces de sacar a todos de la cama a una hora intempestiva para coger un avión y no lo somos para ir a misa un domingo? ¿Somos capaces de organizar un montón de actos sociales en el fin de semana, encajados como un puzzle, pero no para ir menos de una hora a Misa?

El tema de la salida en Santa Faz. ¿De verdad dejamos que nuestros hijos, hijos de familia cristiana, vayan a emborracharse a una playa precisamente el día de una fiesta cristiana? ¿En qué nos diferenciamos entonces de los no cristianos?

3.- No ser misioneras con los maridos. Como habéis visto, el título era "educación de religión a los hijos", no a la familia. ¿Por qué excluyo a los maridos? porque las mujeres no podemos ser misioneras sin cargarnos una fluida y buena vida matrimonial. La frase de "hace falta un santo para vivir con otro santo" es una triste realidad. No digo que no recemos por ellos y que si lo vemos apropiado les facilitemos las cosas para que vayan a los sacramentos y medios de formación, pero no echarles sermones, ni preguntarles por su interioridad con Dios.

4.- Predicar con el ejemplo, sí, pero también con el ejemplo ajeno. Contar anécdotas... A mí lo de predicar con el ejemplo siempre me ha sentado a cuerno porque no lo doy, pero sí que es verdad que conocemos a gente estupenda alrededor que hace cosas maravillosas.

De nuevo otra vez recurro a mi madre, que es con quien yo tuve mi iglesia doméstica. Mi madre es una señora muy normal con muchos defectos y buenísima. Pero nos contaba siempre cosas de gente super heroica.

Que si unos tíos míos cuando mi primo tuvo el accidente de coche al llegar al hospital antes que hablar con el médico pidieron enseguida que viniera el capellán a atenderle y a darle los sacramentos.

Que si cuando se quedó embarazada la hija soltera de unos amigos la madre le dijo a la hija: "este niño es un don de Dios. No me preocupa ni me disgusta hija mía que te hayas quedado embarazada, sino que hayas estado ofendiendo a Dios todo este tiempo para haberte quedado embarazada".

A mi madre le encantó el Opus Dei porque decía que era la única institución con laicos que conseguía que gente joven fuese a Misa diaria, confesase frecuentemente, etc....y nos decía que a Dios se le cae la baba con movimientos como el Opus Dei.

Nos señalaba a un chico unos años mayor que nosotras que entraba a la Iglesia y hacía correctísimamente la genuflexión y saludaba perfectamente y nos la comparaba con otra, que sabía muchísimo de protocolo, estaba todo el día con gente de la realeza, tenía un trabajo super social pero entraba en Misa tarde, no sabía saludar ni hacer la genuflexión y comulgaba y se iba sin terminar la Misa. Y decía, "porque sabe mucho de lo social y muy poco de Dios que es lo verdaderamente importante".

5.- Tener metas altas. Que la sociedad está mal para vivir algunos valores, sobre todo los relacionados con la pureza y los compromisos de por vida, es un hecho. Pero no por eso tenemos que pensar que es imposible que lleguen vírgenes al matrimonio. Es posible y es nuestro deber hablarles de la grandeza de un amor puro, de una entrega de cuerpos en espera a que Dios santifique ese amor con el matrimonio. ES POSIBLE vivir la pureza. Es posible vivir en santidad. Que no seamos nosotras las que bajamos el nivel.

Animarles a confesarse y, como no podemos entrar nosotros en todos los vericuetos de su alma, ponerles las cosas fáciles. Si sabemos que confiesan en la Iglesia antes de Misa, pues llegar antes. No decirles que se confiesen, pero llegar antes y confesarte tú.

Y en cuestión de metas altas, aspirar a que vivan comprometidos con Dios en el estado en que Dios quiera y en el estado en que van a ser felices. Que Dios no se deja ganar en generosidad  y a poco que le demos nos da más Él y es garantía de felicidad para nuestros hijos.

6.- Que nuestra casa sea una casa católica. Me sabe mal decir que tengamos imágenes de la Virgen porque siempre pienso en Almodóvar y en las parodias que hace de las estampitas y los rosarios, pero es que tanto las imágenes de la Virgen como el rosario nos llevan a pensar y a rezar a la madre de Dios. Tener en nuestras casas a la Virgen presente. Que recen por la noche, que bendigamos la mesa, que hagamos una romería al año. Que se vaya a misa los domingos sin cuestión. Esto es como meter la nómina en el banco o ir al colegio. Algo normal. No se cuestiona.

Y vuelvo a sacar el tema de Santa Faz y las salidas....pero también las celebraciones de cumpleaños que no son austeras, los gastos excesivos, el dejarnos llevar, en definitiva, por mil cosas de esta sociedad que, es una realidad, no es una sociedad que tenga el bien como norte o que tena a Dios en el punto de mira. Que destaquemos como cristianos.


Hilando fino: mantenerlos a buen resguardo de situaciones y condiciones irregulares. Sin que juzguemos, sin que juzguen, pero enseñarles lo que está mal de hoy en día. Hablarles claramente sobre ello incluso aunque nosotros mismo no seamos capaces de vivirlo bien. 

Cada una ha de saber en las circunstancias que la rodean y las personas que hay alrededor, pero tenemos que dejarles claro a nuestros hijos y es muy difícil hacerlo sin que juzguen a las personas. Dios quiere que seamos misericordioso y comprensivos con todo el mundo como lo fue él, pero no hace falta que expongamos a nuestros hijos a todo el mal que hay ya como cosa normal. Hay que formales. 

Todo esto no es garantía de nada. Luego está la libertad de ellos para decidir si quieren seguir los pasos de sus padres o no. Pero que de nuestra padre, no falte nada :)

Ánimo, que el camino es largo pero pasa enseguida y lo que importa es el final y recordar que no es más santo quien menos peca sino quien más veces se levanta.