domingo, 26 de octubre de 2014

Sobre los curas y lo que opinamos de ellos

Recientemente, he formado parte de más de una conversación en la que el tema de discusión ha sido el cura de tal o cual parroquia.
Quejándose unos porque la Misa se ha alargado, quejándose otros porque el sacerdote no se muestra muy comprensivo con los niños, poniendo pegas otros a que oren tan fatal y no tengan el don de la palabra, entre varias personas llegaron a hacer una lista de las cualidades fundamentales para ser un sacerdote.

"Es que en el seminario, además de estudiar todo lo que estudian, deberían dar clases de oratoria. No puede ser que nos durmamos como nos dormimos durante las homilías".

"Deben ser conscientes de que vivimos en un mundo donde hay prisa, y ya bastante sacrificio supone venir a Misa el domingo como para que el tío no mire el reloj y nos casque un sermón de media hora entera. Es que les encanta oírse"

"Vas con los niños, porque tienes que enseñarles, que antes o después harán la comunión y te das cuenta de que no hablan para ellos, ni siquiera para nosotros, que hablan para sí mismos"

Y así, interminables el tipo de quejas, llegando a oírse en este tipo de conversaciones "si es que además es feísimo".

La vida me ha enseñado, que en el tema de la oratoria "religiosa" una persona puede ser fenomenal, tener una cancha dando discursos de aúpa, y tú entusiasmado llevar a un amigo o a alguien que quieres para que lo escuche pensando que le va a llegar tan hondo como tú, y resultar que no sólo le deja indiferente, sino que no le gusta nada y al revés: tragarte una Misa deseando que termine ya, por favor, que no hay quien aguante al cura, y días después decirte tu amigo al que no consigues arrastrar a una Misa ni con la promesa de oro, y decirte que entró casualmente, oyó a este sacerdote del que tú huiste despavorido, y contarte que le encantó, que le llegó, que le emocionó y que ya sabe dónde ir más veces a escuchar a hablar de Dios de verdad.

Hace tantos años que me lo contaron que no me sé los datos reales de la historia, pero se me quedó grabado porque es una realidad:

"Un párroco de Iglesia estaba pecando de soberbia porque había tanta gente en su Misa que estaba convencido de que predicaba fenomenal. Cada domingo era más numerosa la asistencia y convencido del bien que hacía, él se preparaba mejor los discursos, cada día se crecía con el éxito de sus pláticas. Recibía todo tipo de piropos a este respecto cuando despedía a sus feligreses, y estaba convencido de que, verdaderamente, Dios le había dado tenía el don de lengua.

Un día que se estaba vistiendo para la Misa, se le apareció un ángel de Dios y le preguntó:
-¿Estás preparado para celebrar la Misa?
Seguro de sí, el párroco asintió: -preparadísimo. He escrito una homilía especialísima. 
-Tus homilías son muy buenas -le confirmó el ángel. 
El párroco se infló como un pavo: -lo sé. Desde que predico yo, tenemos la iglesia llena de fieles. 
-¿Ves a ese anciano de la primera fila? -le preguntó el ángel señalando a un hombre mayor sentado ya en un banco.
-Sí. Ese es uno de mis mayores admiradores. Viene también entre semana. Le encantan mis homilías. Siempre está ahí sentado el primero.
-Es sordo -le descubrió el ángel. -Y como no oye, durante todas tus misas ha pedido para que predicaras acertadamente, llegaras al corazón de los que te escuchaban y les acercaras más a Dios. Por él y sus oraciones, tus homilías son tan buenas como son y la iglesia se llena de tanta gente"
Y con estas últimas palabras, el ángel desapareció y dejó al sacerdote con una cura de humildad como no había recibido otra".

Así que, me digo yo, si pensamos que nuestros sacerdotes no son buenos predicadores.... tendremos que rezar más nosotros.

Pero además, en esta reflexión a la que he llegado sobre el trabajo de los curas, el otro día fui a escuchar Misa a un pueblo ni muy grande ni muy pequeño, con unos cien mil habitantes, con un solo párroco al que le ayuda un diácono y dos misas diarias los domingos y una sola entre semana.
Mientras nos daba la comunión a todos los que llenábamos la iglesia, pensé:
"realmente,Señor, qué más da si hablan bien o mal, si solo por haber sido ordenados sacerdotes, tienen el don de traerte a Tí en trozo de pan para que te podamos comer; si nadie más que ellos, por muy mal que hablen, por muy feos que sean, tienen la capacidad y el inmenso poder de perdonarnos los pecados; si solo ellos, sean quienes sean y provengan de donde provengan, nos traen tu gracia en tantas formas y desinteresadamente, aquí en este pueblo, o allá en África, o más allá en Estados Unidos. Si lo que necesitamos, Señor, no son mejores oradores, sino más hombres como ellos, que sin virtudes aparentes (y eso que brillantes, conozco muchísimos curas brillantes, pero bueno) se presten a dedicar sus horas del día a servirte a Tí y por Tí, servirnos a los demás.

Desde aquí gracias a todos los sacerdotes por toda la labor que haceis. Nunca, nunca, podremos agradecer suficiente todo lo que nos dais y, encima, osamos criticaros.
No tenemos perdón y aun así, nos lo dais. Gracias